Deadpool 2 (2018) demuestra que con un buen equipo técnico detrás, casi cualquiera puede dirigir una película. Para esta nueva entrega del superhéroe gamberro, los productores han cambiado al director de la primera (Tim Miller, que jamás había dirigido un largometraje hasta Deadpool, 2016) y colocan en la realización a David Leitch, un famoso doble de escenas arriesgadas, sí, un tipo que hace las acciones más peligrosas en las películas: caerse de un caballo, tirarse por un puente… Acepta casi cualquier cosa, a los productores esto les encanta. Como digo, el resultado técnico es estupendo porque detrás hay unos cámaras, técnicos de sonido, informáticos, directores de segunda unidad, etc., que son unos portentos en los suyo y aconsejan al director cómo rodar cada una de sus ideas de la mejor forma. También su experiencia como doble vendría bien, claro está, el hombre sabe mucho de escenas de acción. Y, hablando de dobles, una mujer murió durante el rodaje de Deadpool 2 en una escena con una motocicleta (Joi Harris, que descanse en paz).
No me gusta contar las sorpresas de la película en las críticas porque tú pagas para que te las den en el cine. No veas críticas que cuenten momentos cruciales de la película. Sí puedo decir que aparecen en ella alguna que otra estrella que te agradará ver. Continúan las escenas de violencia y humor a lo bestia. En la pantalla grande, esto está de moda, todos lo sabemos, Tarantino comenzó un chiste que continúa hoy en día.
Nuestro amigo, el mercenario que regenera cualquier daño en su cuerpo, menos el cáncer que deformó su piel, une aquí a un grupo de superhéroes para proteger a un jovencito de los ataques de un mutante que viaja en el tiempo: Cable. Ahí es nada.
¿Recomendaría yo esta película? A tu abuela, no. A tu tío de Cucamonga, que disfruta con Los puentes de Madison, tampoco. Este tipo de cine no es para mí, pero la juventud se lo pasó pipa en su proyección. Las carcajadas estallaban aquí y allá, todo el mundo parecía alegre. Las distintas escenas tras los créditos son para estudiosos de los comics, sin duda.
P. D. La idea que quiero extender aquí es que, desde hace unos años para acá, los productores prefieren directores manejables, que hagan lo que ellos dicen sin rechistar. Un director consagrado discute las ideas, estos, no. Y si lo hacen, les despiden o no les renuevan el contrato, como hicieron con Tim Miller (Deadpool, 2016). Detrás de esta película están directores de segunda unidad especializados en escenas de acción. Eso se nota y mucho. Es increíble la cantidad de personas que pone de su parte para sacar adelante el largometraje y a ellos casi nadie los nombra. Como la chica que se mató rodando una escena con una moto. NADIE LA HA NOMBRADO EN SU CRÍTICA, soy el primero.